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No nos hagamos bobos con Jacobo


“Hoy fue un día soleado”, cuenta la leyenda que con esta frase inició el 2 de octubre de 1968, Jacobo Zabludovsky, titular del primer noticiero de televisión en nuestro país. Desgraciadamente esta frase sirvió para que la gente, armada hasta los dientes con letras sin sentido, mancharan, en el día de su muerte, la imagen del periodista. Eso sí, nadie menciona de qué habló en su noticiero ese día, incluso algunos no saben cómo se titulaba y hacen referencia al más famoso: 24 horas, que en realidad empezó a transmitirse dos años después. Muchos dicen que Jacobo calló ese día por orden del gobierno, nunca se sabrá con certeza. Lo que sí se sabe es que el programa era transmitido a las 7:00 pm por lo que, al inicio del mismo, era una noticia en progreso, no se sabía (y aún no se sabe) a ciencia cierta qué era lo que estaba pasando.

Creo que muchos esperaban que empezara diciendo: “Matanza de estudiantes por parte del gobierno”. Hay que estar de acuerdo en que eso sería una barbaridad y una irresponsabilidad.

Un sobrenombre común para Jacobo era “vendido”. En estas fechas he visto a mucho colegas periodistas decir que callaba las cosas y que jamás decía la verdad acerca del gobierno. Es verdad que muchas veces le han de haber dicho qué decir y qué no decir al aire, pero eso es parte del trabajo. ¿Cuántas veces he visto a muchos de los que hoy lo llaman vendido, rendirse a los pies de una disquera, una empresa o un RP? Muchas. Qué valor tienen de acusar en redes sociales mientras le hacen un publirreportaje a Coca Cola. No digo que esté mal hacer un reporte especial para una marca o producto, lo que sí es reprobable es acusar a un ser humano de hacer lo mismo, porque es lo mismo recibir órdenes de tu jefe de callar cierta noticia, que recibirlas de manipular una opinión para vender un producto, al final la opinión del periodista resulta comprometida.

Muy pocos conocieron a Jacobo en persona, pero todos hablan con una autoridad cómo sí fueran sus hermanos de sangre. Yo me quedo con el periodista, ese que descubrí a los seis años de edad, cuando, durante la conmemoración del décimo aniversario del terremoto del 85, hicieron una reconstrucción con imágenes de la crónica que realizó en vivo, desde su carro, me impactó. En mi casa, no sé por qué, se grabó ese programa, por lo que lo vi varias veces más. En ese momento no me pasaba por la cabeza ser periodista, pero a lo mejor, inconscientemente, me dejó una semilla plantada en la cabeza.

Jacobo es más inocente que culpable del México en el que vivió. El no puso al PRI en el poder, de hecho, en los últimos años, se volvió simpatizante de Lopez Obrador, sí, del “salvador” de nuestra nación oprimida. También llegó a comentar el gusto que le daba haber encontrado, por fin, después de años de censura, un lugar en la radio donde pudiera hablar libremente y dar su opinión. Por cierto, a manera de paréntesis, la libertad de opinión no significa solamente hablar mal del gobierno, también se es libre de defenderlo (cosa que en sus últimos años, Zabludovsky, no hizo).

Su último trabajo fue en Cuba, para ESPN, donde junto a su amigo Heriberto Murrieta, cubrió el partido entre la selección cubana y el Cosmos de New York. Un momento histórico que pasaba, mientras al otro lado del mundo, en Suiza, eran arrestados miembros de la FIFA acusados de corrupción. Jacobo logró interceptar a Pelé y en lugar de preguntarle sobre el partido, lo cuestionó acerca de los detenidos, porque él, como buen reportero, sabe que una buena noticia jamás será tan buena como una mala noticia, la paz no vende.

Un mes después de su última aparición en televisión Jacobo Zabludovsky falleció. En las redes sociales estallaron contra él, como lo hicieron contra Chespirito, así como con cualquier personalidad importante de nuestro país. Pocos hablan de su legado, de su aporte. Aquellos que lo hacen son los que lo conocieron en persona, como el caso de Heriberto Murrieta en ESPN, que le dedicó un programa de una hora al periodista que, para colmo, no gustaba mucho de los deportes. También lo hizo Katia D’Artigues en el Universal y Hugo García Michel para Milenio (este último siendo el único que no conoció a Jacobo). El resto, basados en suposiciones, asumen que al periodista sólo le faltaban cuernos para ser el mismísimo demonio. No sé qué hubieran hecho sus retractores, sobre todo los de mi generación, si hubieran tenido que trabajar en la época de Jacobo, me imagino que muchos piensan que se hubieran alzado en contra del gobierno priista que les oprimía las ideas. Puede ser que sí, nunca tendré la certeza absoluta, pero me queda claro que si no pueden contra un puñado de RPs no hubieran logrado nada en contra del monstruo llamado PRI.

Jacobo Zabludovsky murió y con él parte de la historia del periodismo en nuestro país. Eso es lo que de verdad importa. Su aporte a la historia es más que el daño que pudo haber hecho. Daño que no está comprobado, mientras que su aportación sí lo está.

Publicado en: Revista Kuadro

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