
Foto por: Pedro Zamacona (Yaconic)
“El rock es ocioso. Ya no hay un público para la revolución”, dice Bruno Albano. La frase es de las pocas que le puedo sacar al bajista de Banda de Turistas. Su actitud es de flojera. Un ¿qué hago aquí? se revela en su cara. Me deja pensando: ¿en qué momento el rock dejó de ser la voz de la inconformidad? Quizá en el mismo momento en que los tatuajes y el pelo largo se convirtieron en algo aceptado. ¿El género envejeció junto con sus primeros seguidores y cambió la necesidad de rebelión por un “para qué me esfuerzo”?
Este tipo de pensamientos me acompañan cuando entrevisto a una banda de rock. Sobre todo a una con menos de quince años de existencia. Banda de Turistas se creó en Argentina hace apenas una década: nació en la peor época posible para un grupo así. Ya todo en el género había sido inventado. Tomás Putruele, el vocalista y guitarrista, lo tiene claro, sabe que es muy difícil que surja un nuevo Led Zeppelin y también está consciente que el papel del rock se ha modificado: de ser una voz para inconformidad social pasó a ser solo una distracción juvenil, un escaparate de la rutina. Como el cine, un museo o una salida entre amigos. Pero Tomás y el resto del grupo parece cómodo con eso. Saben que no van a cambiar el mundo.
Banda de turistas se formó en un contexto negativo para el rock argentino. Éste pasó de ser el referente en el mercado de habla hispana y ser la cuna de grandes nombres —Soda Stereo, Fabulosos Cadillacs o Charly García—, a ser un nido de grupos que sonaban, todos, a lo mismo: “Quizá ahora el estancamiento de las bandas argentinas se debe a que solo escuchan a sus propios compañeros y se quedan en una zona de comodidad”, dice Tomás. ¿Lo mismo pasará con su banda?
En 2006 el rock en español tenía su mirada puesta en el Río de la Plata. Buenos Aires albergaba festivales cuyos carteles estaban llenos de música local y no solo como relleno. Los Piojos, Bersuit, Divididos e Intoxicadoseran los actos más esperados. Pero en 2013 el Pepsi Music se redujo a solo dos (de los diez días que tenía siete años antes) y los nombres importantes en el flyer ya no eran argentinos. La magia se había acabado.
Éste es el difícil contexto en el que ha tenido que vivir Banda de Turistas. Empero se mantienen optimistas: “En Argentina se está renovando la escena con grupos nuevos. Quizá aún no se recupera del todo porque hubo un vacío en la cultura rock, un momento en que solo aparecimos unas cuantas bandas contadas con los dedos de las manos. La escena estaba muy abajo, no había festivales, o la gente prefería quedarse con los grupos ya establecidos de los noventa. No se veía al futuro”. El que habla es Tomás.
Entre las probables causas de este apagón destaca la economía, que no permite que la gente gaste tanto en un producto nacional. Por ponerlo así, si el público tiene que elegir entre ver a Pearl Jam o a una banda nueva del barrio, aunque cueste más, el resultado casi siempre va a ser el producto extranjero, bajo la premisa de que es algo probado y exótico para su tierra.
Banda de Turistas ha sobrevivido a estas dificultades saliendo de su país, recorriendo el continente y visitando países en los que ellos son el producto extranjero, probado y exótico. Han pisado América Latina y Estados Unidos catorce veces. Es decir, una vez por año salen de Argentina, se convierten en un nombre recurrente en los festivales de cada nación en la que tocan. En México se han presentado varias veces en el Vive Latino, también en la Semana de las Juventudes y recientemente en el Festival Machaca.
El rock and roll nació en los cincuenta como una de tantas expresiones juveniles. Sin mucha complicación, el chiste era bailar, cantar y divertirse, nada profundo. Para fines de la década siguiente los rockeros agarraron el discurso del folk de protesta y comenzaron a tener una conciencia política. Esto debido a los conflictos sociales, la guerra de Vietnam y una naciente actitud anti imperio. Hoy la cosa ya no es así. Todo ha cambiado. Un fan del rock en la actualidad ya no busca rebelarse. Usa la música como una vía de escape de la rutina; pero sabe que va a regresar a ésta pronto. Dice Bruno Albino: “[el rock] acompaña a la estupidez globalizada”.
Para Bruno esto se debe a que ya no quedan muchos tabúes para romper: “si un artista sale desnudo a tocar al escenario ya no es novedad… la caída del rock se debe a eso, ya no queda nada para rebelarse”. Aunque piensa que sí existe una revolución, pero que ésta se está desarrollando en el ámbito tecnológico.
Les pregunto entonces por qué tener una banda de rock. Bruno voltea. La pregunta parece molestarle o aburrirle. Del otro lado, Tomás defiende el estilo de vida que eligió: “pasar del trabajo a un concierto siempre va a ser especial y genera momentos que de otra manera no existirían”. Le da al clavo: esa pregunta se la he hecho a cada banda y artista con los que he platicado. Lleva en mi cabeza meses y ha encontrado una respuesta que me satisface. El rock existe y seguirá existiendo no por una necesidad rebelde, sino porque tiene arraigo. Además no toda rebelión tiene que pasar por el rock, ni todo el rock por la rebelión.
Por eso existen y seguirán existiendo bandas de rock. Tomás lo tiene muy claro: “el ritmo, la melodía y la poesía, van a seguir conectando con lo más íntimo de cada uno”. No es necesaria una revolución para que el ahora mal llamado ritmo rebelde siga existiendo.
Publicado en: Yaconic