
La muerte de Fidel Castro marca, sin lugar a dudas, el fin de una era. Con su fallecimiento desaparece también la utopía del socialismo. Pero también crece una esperanza de libertad. Es cierto, bajo el régimen del comandante se logró erradicar, casi, en su totalidad la pobreza, también se desarrolló uno de los sistemas de salud universal más avanzados y con mayor cobertura del mundo, algo impresionante si se toma en cuenta que se logró todo esto a pesar de contar con un bloqueo de la mayor potencia del económica del mundo: Estados Unidos de América.
A pesar de todos estos logros, su régimen siempre quedará marcado por la falta de libertades básicas como la de expresión y manifestación. Esto quiere decir: cualquiera que tuviera una opinión distinta a la del partido liderado por Fidel, corría un gran peligro. Esto inevitablemente vio afectadas a las artes incluyendo la música. Esta situación obligó a cientos de músicos a escapar para poder desempeñarse en su profesión sin temor a ser perseguidos si se les ocurría criticar al gobierno de la isla.
Una de las primeras y quizá la más importantes de las exiliadas fue Celia Cruz. A pesar de que al principio apoyó la revolución. Sin embargo, cuando Castro prohibió los bares y la vida nocturna con el pretexto de dejar de promover el vicio y empezar a fomentar el trabajo, Celia y la Sonora Matancera, a la cual pertenecía, tuvieron que buscar oportunidades fuera de la isla para poder sobrevivir. Primero lo encontraron en México y después en la ciudad de Nueva York, lo cual fue interpretado como traición por lo que a la cubana se prohibió regresar a su Cuba querida, ni si quiera para asistir al funeral de sus padres. Y no fue sólo la persona de Celia la que fue vetada, su música también fue prohibida y durante décadas los acordes de la Sonora Matancera fueron silenciados.
Cuenta la historia, que en una visita de la Celia Cruz a Guantánamo se paró en la reja que separa el territorio gringo del cubano y metió la mano para recoger un puñado de tierra y así poder tener un pedazo de su patria querida a la cual jamás pudo regresar. Como Celia hubo miles que, por pensar distinto, se vieron obligados a abandonar su hogar y a su familia.
Si bien Celia fue muy crítica con el gobierno de castro, tuvo la suerte de poder hacerlo desde Miami, lejos de la ira del dictador que no pudo más que prohibirle a su pueblo escuchar su música. Pero hubo otros que no corrieron con la misma suerte. En el año 2015 el rapero, Maikel Osorbo terminó en la cárcel después de protestar la liberación de un individuo que lo había agredido con un arma blanca. Esto se dio justo después de que el rapero lanzara una canción de nombre “Por Ti”, la cual criticaba fuertemente al mayor de los Castro.
Así como hubo gente que no pudo volver a sus hogares ni volver a ver a sus familiares, hubo quienes se quedaron, criticaron y fueron encarcelados, algunos incluso fueron ejecutados.
Durante los nueve días que siguieron a la muerte de Fidel se decretó un luto nacional que incluía la prohibición a beber alcohol y escuchar o interpretar música fuera de las ceremonias oficiales. Algunos se vieron esto con cara de desagrado, aunque si lo piensan bien: qué mejor manera de honrar al dictador que silenciar a un pueblo cuya alegría se basa en gran parte en su música. ¡Qué viva el tirano!
Publicado en: Terraplén